Y grito la verdad que nace en mis ojos antes de perder la cabeza. U nacen las historias de una desolación incorpórea y llana. pero mientras mis manos se disecan, pierdo la cabeza con la misma fuerza con que brotan de mis lagrimales una sustancia salada y deprimente. Que sí, que la vulnerabilidad de mis pasos me hacen al mismo tiempo inalcanzable para tus excusas. Excusas que no tienen lugar ni sentido.
Pasos suaves en la casa del ayer
incesantes fotografias de tristeza
disparan como metralletas angustia y dolor
diez de un siete que me nubla la certeza
Certeza de saberme ajena
a las lagrimas de víbora
que brotan por los ojos
de una pecadora
No creo ni en las uñas que se hunden
en la espalda vencida de años pasajeros
Ni en las rocas que golpean
los senderos maltrechos