domingo, 28 de julio de 2013

Largo viaje

Solo en las estrellas,
solo en vuelos largos,
solo en tu sonrisa,
encuentro el clavo.

 La luz del sol,
la espiral del silencio,
los atardeceres,
y los nuevos encuentros.

Me voy,
para jamás volver.

lunes, 22 de julio de 2013

La chica de la mirada triste

Ella siempre quiso lo que nunca pudo tener. Nunca tuvo lo que necesitaba de verdad. Pero en ella, estaba toda la belleza del universo. Solo necesitaba alguien que le robara el dolor que la sometía. Ella es de esas chicas que todos observamos de lejos, que deseamos, que no alcanzamos. Todos los días se sentaba en el mismo parque a la misma hora. Ella tenía un gato negro de acompañante. Los dos caminaban con la misma desenvoltura. Sus pasos pausados, parecían ir a un ritmo, a un paso lento. Era algo increíble de observar. Aunque creo que yo era la única que la observaba con esa rigurosidad, sé bien que todos no podían apartar su mirada de ella.

Les cuento, ella era muy hermosa. Y cuando digo que era muy, no exagero. Parecía una muñequita con su vestido y sus zapatillas. Su rostro era pálido y triste. Sin embargo, su mirada era cálida y tranquilizante. Ella poseía esas bellezas clásicas que atrapan. Tenía su cabello rubio recogido. No llevaba maquillaje. En sus dedos no había anillos. Pero toda ella daba a entender que estaba amarrada a un amor. A un amor de esos que no producen felicidad, sino que torturan cruelmente a quien beba de esos caudales avasalladores.

Yo también iba todos los días a la misma hora al parque. La diferencia es que yo no tenía mascotas que pasear. Yo solo iba a observarla. Ella era mi obsesión. De esas obsesiones que no queremos que acaben. Hasta el momento, si yo hubiera buscando la forma de hablarle, habría acabado con esa ilusión que me daba ganas de seguir viviendo. Si de alguna forma habría de cruzarme con ella, sería porque así ella lo dispusiera. Y yo no podría negarme. Quién podría negarse a tales encantos.

Pasó mucho tiempo antes de que algún evento nos cruzara. No recuerdo exactamente el día, solo sé que llovía y que no había traído su peculiar gato con ella. Vi también que su libro se mojaba mientras ella intentaba sacar su sombrilla del bolso. Yo seguí sentada en el mismo lugar a pesar de la lluvia. Ella empezó a correr en dirección a mí, y no me van a creer, pero precisamente al lado mío se resbaló. Y yo la ayude a ponerse de pie, la mire a los ojos, hasta que tuve que apartar la mirada. Ella y la tragedia que yo veía en esas profundas puertas eran demasiado.

Me causo un dolor en el pecho tenerla tan cerca. Ella se quedó observándome. Permanecimos empapadas la una en frente de la otra por un tiempo prolongado. Yo esperaba por una respuesta que aún no podía soportar. Puedo jurar que de sus ojos caían lágrimas que se cruzaban con las gotas de agua que resbalaban por su rostro.  Sentí que empezaba a faltarme el aire.

De la nada empecé a correr. No me detuve hasta llegar a casa. Estando allí no daba ni para abrir la puerta. Cuando por fin logré entrar fui directo a mi habitación, allí me quede observando la lluvia caer. Mientras aún sentía sus ojos taladrándome en la cabeza.

De repente escuché una melodía que una parte de mí reconocía. El sonido provenía del recinto del arte. Cuarto donde tenía un piano, unos cuadros, pintura regada, recuerdos. Caminé hasta el cuarto donde la vi, rozando con sus largos dedos, aquel universo que hace mucho no escuchaba.

Era ella, la chica de la mirada triste. Siguió tocando, a pesar de mi agitada respiración. Dolía escuchar esa melodía. Ella se detuvo y susurró "No hay palabras que puedan decir lo que este corazón roto siente". 

domingo, 21 de julio de 2013

Morena

Me vi observando el vaso de trago que dejo sobre la mesa, antes de marcharse. Me vi observando lo único que me quedaba de ella, de sus labios. Debo decirles que ella era diferente a todas las demás. O al menos eso creía yo hasta el momento. Yo nunca había salido con alguien como ella. Ella era tan vital, tan fresca, tan encantadora. Físicamente era muy atractiva. Su piel color chocolate, sus ojos miel, su cabello rizado hasta unos dedos más abajo de los hombros. La forma en la que se mordía el labio, su forma de mirarme, su dulce voz, su mirada desafiante. Me enamoré perdidamente de ella desde la primera vez que la vi. Estábamos en la playa. Ella tenía un vestido de baño blanco, de dos piezas. Jugaba con la arena mientras se bronceaba un poco. Yo la miraba de lejos, le sonreía, le coqueteaba y ella solo reía. Sin duda ella era de esas mujeres que disfrutan ser el centro de atención. En un momento nuestras miradas se quedaron fijas en el mismo punto: La arena que nos dividía. Sin duda nos invitamos a dejar la distancia a un lado. Yo me puse de pie y fui hasta donde ella. Estando allí dije "permiso" y me senté a un lado. Me presenté y ella hizo lo mismo. Nos quedamos hablando de todo un poco un rato hasta que me dijo "Tengo que marcharme". Me ofrecí a acompañarla, pero no quiso. Alegó que no quería molestarme y que además era demasiado pronto. No supe en ese momento a qué se refería, pero preferí no preguntar. Hay cosas que es mejor no saber. La vi marcharse, sé que miro un par de veces hacía tras buscándome. Yo no le quité la vista de encima ni un solo momento. Cómo podría hacerlo. En fin, al otro día nos vimos en el mismo lugar. Puedo jurar que se veía más bella que antes. Que su mirada era aun más hermosa. Había un brillo diferente en ella. La hice reír un poco, se veía tan hermosa sonriendo, soltando carcajadas a más no poder. Pensé en besar sus labios cada vez que cerraba los ojos, pero no tuve el valor para hacerlo. No dejaba de sentir que era el momento perfecto, pero cuando abría sus ojos y me miraba como me miraba solo me quedaba paralizado sin poder concentrarme en algo más. Ella me embrujó. Su belleza, mi cabeza enloqueció. Se hizo de noche. Las estrellas nos iluminaban la oscuridad. La besé muy suavemente. Mis labios apenas si rozaban los de ella. Mi beso fue correspondido. Coloco su mano en mi cabello, me sujeto. Su respiración se agitó y con ella la mía. Nos besamos apasionadamente, allí supe que ella era puro fuego a mi lado. Ella me sujetaba fuerte, se sujetaba a mí como una mujer y como una niña al tiempo. Enterraba sus uñas en mis brazos mientras yo le besaba el cuello. Mis manos acariciaban su espalda, sus caderas, sus rizos. Ella se colocó encima mío, me miro fijamente, y luego sonrío. Sus dedos desabrochaban su blusa, mientras yo anonadado la observaba. Sus pechos quedaron descubiertos. No podía dejar de mirarlos. Ella rió y luego tomo mis manos. Me dijo "tócame, hazme tuya". La ropa nos estorbaba. Nos la quitamos rápidamente, mientras nos besábamos y mordíamos sin parar. Me puse encima de ella, la besaba. Apreté sus muslos mientras me introducía en ella. Se amarró a mí. Sus uñas se clavaban en mi espalda y yo en ella. Nuestros cuerpos se movían con ritmo, suave, profundo. Ella no paraba de susurrarme al oído que podía hacer con ella lo que yo quisiera. Y eso hice, y eso nos hicimos. Nuestros cuerpos desnudos sobre la arena, bailaban el son de la pasión. Mi miembro firme se introducía una y otra vez en ella mientras sus manos me acorralaban. Estábamos bañados en sudor, cuando la sentí vibrar. Su cuerpo temblaba. . Sus uñas se clavaron en mi espalda. De ella salió un gemido que se quedó grabado en mi cabeza. Y yo me deje correr en ella. La inunde de mí. Quedamos exhaustos sobre la arena. Con su cabeza hundida en mi pecho me pidió que no me marchara, que le regalará la noche. Le regalé todas mis noches y mis días. Le regalé mi vida y ella me regaló la suya. Esa noche sellamos nuestro destino. El resultado de una noche de amor a la luz de la luna. Yo no quería que acabará. Pero ella no era para mí. 

sábado, 20 de julio de 2013

Miss heels

La vi sentada, esperándome. Tenía su cabello suelto a un lado. Dejaba ver su largo cuello. Desde lejos la vi sonreír mientras yo me acercaba lentamente. Mis pasos eran cortos. Tenía miedo de arruinar nuestra primera salida. Me quede  observándola mientras ella se ponía de pie. Me besó en la mejilla. Su voz encantadora me invitó a sentarme a su lado. Con torpeza tomé una silla y me senté. Su mirada me dejo sin aire. Tenía unas cejas hermosas, que le daban fuerza a sus dulces ojos. Su sonrisa era totalmente indescriptible. A veces era encantadora, otras veces provocadora. Cuando sonreía a medio lado me invitaba a acercarme. Pero cuando cerraba sus labios y miraba al horizonte, podía hacerme retroceder a tal punto de querer salir huyendo. "Voy al baño, no me demoro" me dijo y luego colocó sus dedos en mi mentón. Me miro directo a los ojos y luego se marchó. Luego la vi volver, se veía tan fresca. Tan relajada. Su vestido blanco al caminar bailaba con ella, haciendo ver sus largas piernas como un templo. Mi corazón se agitaba mientras más se acercaba. Su mirada fuerte, sus ojos verdes, su cabellera roja, sus labios rosa, su piel de porcelana, sus caderas hirientes. Va y ven. Su perfume se metía dentro de mis fosas nasales e inundaba mis pulmones de ella. Imaginar su cuerpo desnudo encima del mío. Me acarició mis labios con sus dedos y un calor recorrió mi cuerpo. La sangre se me subió rápidamente a la cabeza como los tragos, como sus ojos adormecedores. Y yo solo deseaba que me sometiera aquel hermoso demonio que tenía en frente mío. La tomé de la mano y la llevé al baño. Contra la pared la besé. Sus labios apretaban con fuerza los míos. Mordiscos mientras mis manos recorrían su escultural figura. Me agache a besarle el ombligo mientras la despojaba de sus bragas. Le sobraban. Subí y la acomode de espaldas. Le bese los tatuajes de su espalda. Recorrí su cuerpo con mis manos hasta que con fuerza me empujo al otro extremo del baño. Mordió mi oreja mientras desabrochaba mi pantalón. Ella se llamaba... No importa cómo. Pero tenía una sonrisa que podía iluminar un cuarto.   Susurré en su oído "querida, quiero que te vengas, pero no que te quedes porque podría enamorarme". Ella beso mis labios y luego contestó "después de que te haga mía, nunca podrás pensar en nadie más" luego suavemente acaricio mi rostro y me besó con tal dulzura que me dejo congelada. Supimos enseguida que no era el lugar para nuestra primera vez. Fuimos a su apartamento. Tenía muchos libros. Recorrí su librería intentando retener en mi memoria los títulos. Quería sumergirme, totalmente, en sus pensamientos. Pero ella tenía preparado algo más. Me arrecostó contra los libros donde nos besamos hasta quedarnos sin labios. Su cuerpo desnudo era un sueño, era tan blanca como las nubes en primavera. Sus pechos pequeños eran firmes y hermosos. Ella era el cielo hecho carne. En su ombligo tenía un pearcing que resaltaba. Ella estaba encima mío. Y podía verle las estrellas en su hombro derecho. Las bese para ver si podía alcanzarlas. Luego. Me coloque arriba mientras la besaba. Me movía encima de ella, nos compenetrábamos. Sus muslos me apretaban, no me dejaban escapar. Yo no quería escapar. Nos íbamos acercando a fugaz momento con desesperación. Sus uñas en mi espalda dejaban heridas como sus ojos clavados en los míos. Nos vinimos al tiempo. Con ritmo. Así qué la recorrí toda con mi lengua. Desde su cuello, pasando por sus pechos, besando su ombligo, mordiendo su vientre. Chupando entre sus piernas su néctar y el mío. Tocó las estrellas y yo con ella. Como dos olas nos hicimos una mientras fluctuamos otra vez, buscando, explorando. Gemidos ahogados, gemidos y cantos. De ateas pasamos a religiosas. Gritando, rogando, viniendo. Besar su espalda es una de esas delicias que no se olvidan. Bañadas en sudor jugamos una y otra vez al amor. 

martes, 16 de julio de 2013

Continuara

Bailo en el viento
nadie maneja mis hilos
soy una tormenta de arena
en tus montañas



Cuánto


Cuántas cosas en una mirada fuerte
                                   dulce
                 ti
               que no te recuerdan
Cuánto, cuánto.


Con angustia me amarré a un sentir
                                      que ya no existe
                                                    quiero
                                               ha muerto








Otras cosas insignificantes

En mis pensamientos inerte te encuentras
y las lagrimas se posan en el alma
no corren
no disparan
no viven
solo hieren y acorralan


Te vi
me viste
sentí que podía morirme
pero no es tiempo
aun no caen las flechas
el tiempo sobra


Un cuadro caído
ilumino el infierno
una caja fuerte con tu recuerdo
otra vida que miente


miércoles, 10 de julio de 2013

El cielo que cae en los amantes.

No importa como se llama o se llamaba. Solo puedo decirles que sus piernas me hacían enloquecer. Que sus mordiscos en mi oreja podían hacerme encender en cuestión de milésimas de segundo. Recuerdo que estábamos en una cama sencilla, electrónica de fondo. El aire nebuloso. Delicioso. Dos cuerpos. Uno. Sudor, estupor, la danza de eros. Sus labios mojados, los míos. Va y viene, se viene, me voy, me vengo. Ah sí, ya les cuento. Besos apasionados, arañazos. Risas, juegos, palabras bonitas, miradas sinceras. Sexo, amor, todo de una vez, una sola noche, dos, quizá tres. Pero inolvidables. En ese momento no había nada más en mi cabeza que las ganas de fundirme en ella. Mi lengua recorriendo su espalda, su cuerpo vibrando. Caricias fuertes y dulces. Caricias que se sienten, que se pierden, que se retienen. Gemidos. En el final de un orgasmo un abrazo que rompe el corazón. Delicia. Tanatos rondando. Nuestros cuerpos sudados y exhaustos danzaban sin parar. El demonio se apoderó del momento. Mente encandilada, labios dilatados.

Nueve

Olor a hierbas en esas cuatro paredes que nos camuflaban. Tu mirada, la mía. Las ganas subían al infinito. Te acercaste, te observé, me acariciaste y me congelé. Mordí mis labios. Nuestro primer beso. Desbordando deseo. Conexión instantánea. No puedo evitar querer comerle la vida con mi boca mientras  acariciaba, debajo de la blusa, mi espalda. El humo en el cuarto, la magia cubriendo nuestros ojos.  Viajamos juntas. Su primera vez, mi primera vez a su lado. Mi respiración se aceleraba como mis ganas de quitarle la ropa. La sangre hirviendo, el verano que nos iluminaba. Temblores, palabras sueltas, palabras presentes, palabras sinceras. Sus besos. Conquistó mi conciencia. Llegaron mis horas de gloria. Perdí la razón, cosmovisión. Nos frenaban las ganas de una segunda vez. Las mariposas nos rodeaban, nos rozaban. Gozar la eternidad de un gemido ahogado. "Detente". El descontrol no se impuso. Aunque intenté amarrarme al placer. El deseo contenido, los besos delatadores. Las miradas de láser. Sus piernas, las mías, roces y caricias homicidas. El teléfono, los otros. Las ganas de quedarnos la noche entera. La lengua y sus descargas. La pasión que no es solo del momento. El gemido tácito. Las olas del mar fluctuando entre dos cuerpos. EL universo iluminando un nuevo camino. Rítmico va y ven de caderas.

sábado, 6 de julio de 2013

Aunque no me leas.

Me encontré en medio de dos islas, una que busca llevarme a ti y una que me empuja hacía otro verano. No escribo para que me leas en realidad. Escribo para sacar estas palabras que se incrustan en mi pecho y no me dejan respirar. Es que quererte ha sido mi condena. Aun recuerdo las promesas, promesas que nunca quise. ¿Recuerdas? ¿Recuerdas cuánto rogué para que no prometieras nada? Ya sabía que no sería para siempre y que esas promesas solo taladrarían en mi cabeza hasta que el olvido tocara mi puerta. Honestamente, no quiero estar contigo. No quiero. Simplemente no. Porque tus mentiras aunque no llegaron en el ocaso, rompieron como piedras los cimientos que construí para ti, para mí, para los personajes que planeábamos tener en el futuro que ya no es nuestro. He tenido que ser dura, para poder alejarme de ti. Puras y físicas patadas de ahogado. Pero el pensar haberte herido me sume en está angustia insoportable que es pensar que algo te duela. Nunca ha sido mi intención hacerte daño. Aunque tu si hayas tenido esa intención, no te guardo rencor. ¿Por qué habría de? Si la verdad en algún momento valió la pena que fueses parte de mi vida. En fin. Esto es todo. Lo último que escribo por y para ti. No habrá nada más que lleve tu nombre. Hoy cierro la puerta. Espero y aspiro que seas feliz, que nunca te arrepientas de nada. No mires atrás. Sigue tu camino mariposa que yo seguiré el mío. Cuídate. 

lunes, 1 de julio de 2013

Continuara....

Era un día nublado. El cielo gris, el viento golpeando fuerte contra las ventanas, las gotas que caen del cielo. Ella caminaba bajo la lluvia. Estaba empapada. Su tristeza había contagiado el clima. Se dejó caer en el piso, de rodillas. Sus manos apoyadas en el suelo, sus lágrimas cayendo. Y yo viéndola desde lejos. Me acerqué a paso lento. Extendí mi brazo, acaricié su cabello. Ella alzó su cabeza, nuestros ojos se encontraron. Se puso de pie y me abrazó como sí no hubiera mañana.
- estas aquí. Conmigo. - dijo y me abrazo aún más fuerte.
- aquí estoy, dónde más debía estar. - dije y la besé. - no llores más, aquí estoy, y no me iré. A menos de que te marches conmigo.