Pero yo fui subiendo, respirándole, dejándome fluir por sus pulmones, por sus labios, por su cuerpo expuesto. Vi el tiempo pasar a través de sus ojos. acaricié su alma llena de humo. Caminé por suelo mojado, con cuidado y sabiéndome finita, De repente, una gota potencialmente peligrosa y trágica se precipitó a mi cuerpo. Me volvió fiera y fugaz. Así que como pistas, lloví dudas por su cuello. Con tropiezos planté deseos y soledades. Y volé en un suspiro la infinidad de su ser. Como muñeca rota, miré al vacío. Sus labios carnosos florecieron y presionaron infinitas veces contra mí. Me agarró desprevenida, buscando un salto y sin rumbo fijo. Me extasió su voz vital, sus palabras penetrantes y el platónico deseo de colisionar su sustancia con la mía.
Cada rocé podría ser una caricia del viento, o el calor que recorre mis mejillas. Pero eres la bestia indómita que pone a prueba mi paciencia y fragilidad. O quizá yo soy ese demonio enfrentado a la soledad de un cuarto oscuro, sintiéndote majestuosa, pero lejana,
Cada rocé podría ser una caricia del viento, o el calor que recorre mis mejillas. Pero eres la bestia indómita que pone a prueba mi paciencia y fragilidad. O quizá yo soy ese demonio enfrentado a la soledad de un cuarto oscuro, sintiéndote majestuosa, pero lejana,
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