sábado, 6 de julio de 2013

Aunque no me leas.

Me encontré en medio de dos islas, una que busca llevarme a ti y una que me empuja hacía otro verano. No escribo para que me leas en realidad. Escribo para sacar estas palabras que se incrustan en mi pecho y no me dejan respirar. Es que quererte ha sido mi condena. Aun recuerdo las promesas, promesas que nunca quise. ¿Recuerdas? ¿Recuerdas cuánto rogué para que no prometieras nada? Ya sabía que no sería para siempre y que esas promesas solo taladrarían en mi cabeza hasta que el olvido tocara mi puerta. Honestamente, no quiero estar contigo. No quiero. Simplemente no. Porque tus mentiras aunque no llegaron en el ocaso, rompieron como piedras los cimientos que construí para ti, para mí, para los personajes que planeábamos tener en el futuro que ya no es nuestro. He tenido que ser dura, para poder alejarme de ti. Puras y físicas patadas de ahogado. Pero el pensar haberte herido me sume en está angustia insoportable que es pensar que algo te duela. Nunca ha sido mi intención hacerte daño. Aunque tu si hayas tenido esa intención, no te guardo rencor. ¿Por qué habría de? Si la verdad en algún momento valió la pena que fueses parte de mi vida. En fin. Esto es todo. Lo último que escribo por y para ti. No habrá nada más que lleve tu nombre. Hoy cierro la puerta. Espero y aspiro que seas feliz, que nunca te arrepientas de nada. No mires atrás. Sigue tu camino mariposa que yo seguiré el mío. Cuídate. 

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