domingo, 21 de julio de 2013

Morena

Me vi observando el vaso de trago que dejo sobre la mesa, antes de marcharse. Me vi observando lo único que me quedaba de ella, de sus labios. Debo decirles que ella era diferente a todas las demás. O al menos eso creía yo hasta el momento. Yo nunca había salido con alguien como ella. Ella era tan vital, tan fresca, tan encantadora. Físicamente era muy atractiva. Su piel color chocolate, sus ojos miel, su cabello rizado hasta unos dedos más abajo de los hombros. La forma en la que se mordía el labio, su forma de mirarme, su dulce voz, su mirada desafiante. Me enamoré perdidamente de ella desde la primera vez que la vi. Estábamos en la playa. Ella tenía un vestido de baño blanco, de dos piezas. Jugaba con la arena mientras se bronceaba un poco. Yo la miraba de lejos, le sonreía, le coqueteaba y ella solo reía. Sin duda ella era de esas mujeres que disfrutan ser el centro de atención. En un momento nuestras miradas se quedaron fijas en el mismo punto: La arena que nos dividía. Sin duda nos invitamos a dejar la distancia a un lado. Yo me puse de pie y fui hasta donde ella. Estando allí dije "permiso" y me senté a un lado. Me presenté y ella hizo lo mismo. Nos quedamos hablando de todo un poco un rato hasta que me dijo "Tengo que marcharme". Me ofrecí a acompañarla, pero no quiso. Alegó que no quería molestarme y que además era demasiado pronto. No supe en ese momento a qué se refería, pero preferí no preguntar. Hay cosas que es mejor no saber. La vi marcharse, sé que miro un par de veces hacía tras buscándome. Yo no le quité la vista de encima ni un solo momento. Cómo podría hacerlo. En fin, al otro día nos vimos en el mismo lugar. Puedo jurar que se veía más bella que antes. Que su mirada era aun más hermosa. Había un brillo diferente en ella. La hice reír un poco, se veía tan hermosa sonriendo, soltando carcajadas a más no poder. Pensé en besar sus labios cada vez que cerraba los ojos, pero no tuve el valor para hacerlo. No dejaba de sentir que era el momento perfecto, pero cuando abría sus ojos y me miraba como me miraba solo me quedaba paralizado sin poder concentrarme en algo más. Ella me embrujó. Su belleza, mi cabeza enloqueció. Se hizo de noche. Las estrellas nos iluminaban la oscuridad. La besé muy suavemente. Mis labios apenas si rozaban los de ella. Mi beso fue correspondido. Coloco su mano en mi cabello, me sujeto. Su respiración se agitó y con ella la mía. Nos besamos apasionadamente, allí supe que ella era puro fuego a mi lado. Ella me sujetaba fuerte, se sujetaba a mí como una mujer y como una niña al tiempo. Enterraba sus uñas en mis brazos mientras yo le besaba el cuello. Mis manos acariciaban su espalda, sus caderas, sus rizos. Ella se colocó encima mío, me miro fijamente, y luego sonrío. Sus dedos desabrochaban su blusa, mientras yo anonadado la observaba. Sus pechos quedaron descubiertos. No podía dejar de mirarlos. Ella rió y luego tomo mis manos. Me dijo "tócame, hazme tuya". La ropa nos estorbaba. Nos la quitamos rápidamente, mientras nos besábamos y mordíamos sin parar. Me puse encima de ella, la besaba. Apreté sus muslos mientras me introducía en ella. Se amarró a mí. Sus uñas se clavaban en mi espalda y yo en ella. Nuestros cuerpos se movían con ritmo, suave, profundo. Ella no paraba de susurrarme al oído que podía hacer con ella lo que yo quisiera. Y eso hice, y eso nos hicimos. Nuestros cuerpos desnudos sobre la arena, bailaban el son de la pasión. Mi miembro firme se introducía una y otra vez en ella mientras sus manos me acorralaban. Estábamos bañados en sudor, cuando la sentí vibrar. Su cuerpo temblaba. . Sus uñas se clavaron en mi espalda. De ella salió un gemido que se quedó grabado en mi cabeza. Y yo me deje correr en ella. La inunde de mí. Quedamos exhaustos sobre la arena. Con su cabeza hundida en mi pecho me pidió que no me marchara, que le regalará la noche. Le regalé todas mis noches y mis días. Le regalé mi vida y ella me regaló la suya. Esa noche sellamos nuestro destino. El resultado de una noche de amor a la luz de la luna. Yo no quería que acabará. Pero ella no era para mí. 

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