lunes, 11 de noviembre de 2013

Carta de un pingüino.

En una mañana en que el sol calentaba más que de costumbre. Ese día en que nuestras almas se miraron al son de pajaritos, lagartijas y demás animales silvestres. Amor no nos cautivo una palabra, una imagen, sino esa conexión en un apretón de manos. En ese instante se esfumaron los nervios, los miedos, las fobias. Se esfumo mis ganas de vivir en el pasado y viví, nací, renací. Por eso amor yo podría morir ahora, podrían morir todas las flores, podría acabarse el mundo, pero nada evitaría que yo me sienta la mujer más afortunada del mundo, porque conocí en ti lo que tanto había buscado.

Mi amor, es nuestro día, y, deseo ser estrella fugaz para que pidas un deseo. Deseo ser deseo para estar siempre en tus anhelos.

Al final, amor, tenerte es mi suerte y mi castigo. Porque sin ti me falta el aire, porque contigo camino en las puertas de un abismo.

Yo sé que quizá palabras como las mías habrás escuchado antes, pero estoy segura que nadie las pronuncia, las siente, las vive con el fervor con el que lo hago yo. Porque ahora, mientras escribo, mientras tu imagen taladra en mi pecho, soy feliz.

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