miércoles, 4 de diciembre de 2013

Más allá del bien y del mal.

La vi sentada en la esquina de mi casa. Llevaba un libro en las manos. La maquina del tiempo de H. G. Wells. Sus manos blancas y delicadas parecían acariciar el libro. Sus ojos se movían de un lado a otro. Casi podía sentir su voz leyendo. Su voz taladraba en mi cabeza, mientras caminaba con pasos cortos y silenciosos  hasta llegar a su lado. Su mirada se posó en la mía. Mi corazón latía tan rápido que parecía que no latía. Sus mejillas se tornaron muy rosadas, mientras que las mías ardían. No tuve tiempo de pensar en las consecuencias. Mis labios ya presionaban los de ella, en solo un abrir y cerrar de ojos. La noche y su silencio, nos abrazaron con fuerza. Mientras mis brazos la aprisionaban a mi pecho. De sangre fría y de mente caliente. Que mala combinación. La llevé a dentro, donde nadie pudiera vernos. Lentamente fui despojándola de sus vestiduras. Nuestros cuerpos insaciados fluctuaban con velocidad. Mis uñas se enterraban en su espalda. Sus dientes presionaban mis hombros. Sudor. estupor y sed. Sonidos electrónicos de fondo. Sus labios me dejaban sedienta y sin aliento. Ella satisfazo mis necesidades de adentro hacía fuera. Si el amor no estaba en nuestra puerta ahora, nunca vendría. La majestuosidad de su cuerpo no era nada comparado con la de su alma caliente. La desazón  se difumino en nuestros ojos al recordar que nada es para siempre. 

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