miércoles, 4 de diciembre de 2013

Miércoles.

Inspirada en la canción Sleeping At Last - Turning Page, se me vino a la cabeza un recuerdo. Mientras que de mis ojos nacían pequeñas gotas de agua de sal. 




Y allí estábamos. Un parque casi solitario, el inmenso cielo con sus millones de estrellas y la majestuosa luna de testigo. Nuestras manos atadas, mis ojos perplejos ante su belleza. Besos suaves que adormecían y besos especiales. Esos besos especiales son indefinibles, a veces son rápidos, otras veces no puedes ni recordar a que velocidad iban, pero es de esos que te llevan a otro mundo. Yo con ella me la pasaba en otro mundo. Ella tenía poderes sobre mí. Ella, ella podía hacer que mis labios temblasen siempre que sus cautivadores ojos se posaban sobre ellos. No importaba el lugar ni la ocasión. Una sola mirada de ella hacía temblar mis rodillas. Tiene sus encantos. Ella es más que mi musa. Por eso, ante el universo prometí mil y una cosas que no dije en voz alta. Ni la luna sabe todo lo que pensé en esas fracciones de segundo en que olvide hasta mi nombre. Por supuesto que el universo decía sí a nuestra causa. Aunque a veces me pierdo entre una cosa y otra, su imagen siempre estaba conmigo. Yo iba volando muy, muy, muy alto. Su voz me elevaba. Sus besos extrapolaron mi ser a un universo donde solo existíamos ella y yo. Porque por ese momento, solo existíamos ella y yo. 

Cuando se aferraba a mí, yo era feliz. 

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