lunes, 2 de diciembre de 2013

La linda historia de las olas contra una piedra

Las olas sin importar la onda, todas rompen igual contra la piedra. Una y otra vez. El va y ven del mar y su infinita grandeza, rompen contra la piedra. Pobre piedra. Eleanor Roosevelt escribió "Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento", así que la piedra se armó de valor y esperó con fuerza la siguiente ola, y la siguiente, y así por el resto de sus días. Es cierto, la piedra se enamoró del mar, sin importar que sus olas se llevarán un poco de ella en cada golpe. El amor es el mar. El mar es infinito, así también lo es el amor. No importa que suframos en cada golpe, en cada mirada, en cada beso robado, en cada caricia no dada. Si al final, por ese instante el amor es nuestro. Aunque luego se nos escape como la ola. Qué importa si duele, mientras la majestuosidad del mar arrope a la piedra, la piedra estará viva. Viva como el mar y como el amor. Viva como el sol que se refleja en ese azul infinito. Qué más da la eternidad del sufrimiento, mientras así de eterno sean los nuevos comienzos. Bendita piedra, benditas olas, bendito mar que a mis noches da vida. Bendita vida, benditas ganas de ser mar, aunque ahora solo sea esa piedra que espera las olas. 

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